Debo
confesar que últimamente mi odio a ISIS se ha visto cuestionado. No solo eso: he perdido el temor que quieren inspirar, con su bandera negra amenazante,
sus uniformes de guerreros del desierto blandiendo cimitarras, AK47s,
lanzacohetes y decapitando prisioneros vestidos con batas de Guantánamo (color
naranja irónico). Porque tal vez ISIS es la clave para lograr lo más cercano para la paz en Medio Oriente. El Califato no tiene futuro.
Cuando comenzaron los registros de atrocidades, las noticias de ejecuciones masivas y la esclavitud de niñas y mujeres, tuve la reacción de muchos: Volvemos a lo mismo. Luego llegó el temor ante la nueva Amenaza Fantasma. Una vez más jóvenes radicales armados y dispuestos a morir por Alá le declaran la guerra a Occidente y proclaman la fundación del nuevo Califato. Además se llaman ISIS, una diosa pagana de la oscura antigüedad. Sé que es una sigla, que no tiene nada que ver con deidades lujuriosas, y que sería más preciso llamarlos IE –Estado Islámico-. ¡Pero hombre, ISIS! ¡Qué sonoro! Un hombre que puede acompañar en el panteón de organizaciones malvadas a grandes como SPECTRE, HIDRA y OCP. El hecho de que ISIS sea real y las otras siglas sean ficciones no le quita su dramatismo. Porque, reales o no, los muchachos de ISIS parecen salidos de una novela de espionaje escrita por el islamofobo más recalcitrante.
Cuando comenzaron los registros de atrocidades, las noticias de ejecuciones masivas y la esclavitud de niñas y mujeres, tuve la reacción de muchos: Volvemos a lo mismo. Luego llegó el temor ante la nueva Amenaza Fantasma. Una vez más jóvenes radicales armados y dispuestos a morir por Alá le declaran la guerra a Occidente y proclaman la fundación del nuevo Califato. Además se llaman ISIS, una diosa pagana de la oscura antigüedad. Sé que es una sigla, que no tiene nada que ver con deidades lujuriosas, y que sería más preciso llamarlos IE –Estado Islámico-. ¡Pero hombre, ISIS! ¡Qué sonoro! Un hombre que puede acompañar en el panteón de organizaciones malvadas a grandes como SPECTRE, HIDRA y OCP. El hecho de que ISIS sea real y las otras siglas sean ficciones no le quita su dramatismo. Porque, reales o no, los muchachos de ISIS parecen salidos de una novela de espionaje escrita por el islamofobo más recalcitrante.
Pero
a medida que aprendo más sobre ellos me doy cuenta de que no son una amenaza seria para el mundo. Son más bien una consecuencia: brutales opresores, es cierto, pero lo son en una
región donde nadie se abstiene de ser un violento tirano. Son una pandilla de
salvajes en una región del mundo donde el salvajismo es la regla. En otras
palabras, ¿para qué queremos salvar a los demás Gobiernos en Medio Oriente de ISIS? Se merecen el uno
al otro. Prácticamente todas las cosas horrendas que escuchamos sobre ISIS y
que inspiran el repudio de toda persona civilizada, son cosas que los Gobiernos enemigos, muchos de ellos aliados de Occidente, también practican.
¿Decapitaciones? Arabia Saudita decapita decenas de personas cada año, algunas
acusadas de brujería, pero el Rey Abdulah se pasea por el mundo con honores de
dignatario. ¿Esclavitud? Dubai y Kuwait, entre otros emiratos, son famosos por
su mano de obra secuestrada y esclavizada y sometida a abusos inimaginables,
pero eso no le impide a magnates y turistas europeos deleitarse en sus
ostentosos hoteles. ¿Fanatismo religioso? De nuevo, tenemos a Arabia Saudita,
un país que le prohíbe la entrada a los judíos de cualquier nacionalidad, prohíbe
la enseñanza de la evolución, y donde existe un Comité para la Promoción de la
Virtud y Prevención del Vicio, dedicado a cosas como promover el castigo a las
mujeres que tengan ojos “tentadores”. No sé si se refiere a hacer miradas
coquetonas o tener ojos bonitos. ¿Tiranía política? Podríamos hablar horas
sobre Bashar al-Assad y su reino horripilante en Siria, los militares en
Egipto, los Ayatollas en Irán, pero en fin… es un cuadro deprimente e interminable
y no hace falta seguir para ilustrar el punto.
Medio Oriente es un valle de lágrimas. Siempre lo ha sido. Solo podemos mirar sus penas con una sobria reflexión sobre nuestra condición animal e imperfecta, compartir las crueles historias que engendra, compadecerse de los inocentes... y aceptar que no podremos cambiarla, al menos sin renunciar a nuestra humanidad.
Y sin embargo... sin embargo... todos sabemos que buena parte de la reciente avalancha de guerras en la región son provocadas por las potencias de Occidente y sus aliados. El reajuste de estas alianzas podrían cambiarlo todo. Solo necesitamos un líder mundial que reconozca este camino.
Sin embargo es importante tener siempre conciencia del papel oprobioso que nuestra civilización occidental ha jugado en agitar las llamas de este caldero. La unión amorosa entre Estados Unidos y Arabia Saudita le da un sur y norte a este momento histórico, y tiene una relación directa con la aparición de ISIS en la colada.
Y sin embargo... sin embargo... todos sabemos que buena parte de la reciente avalancha de guerras en la región son provocadas por las potencias de Occidente y sus aliados. El reajuste de estas alianzas podrían cambiarlo todo. Solo necesitamos un líder mundial que reconozca este camino.
Sin embargo es importante tener siempre conciencia del papel oprobioso que nuestra civilización occidental ha jugado en agitar las llamas de este caldero. La unión amorosa entre Estados Unidos y Arabia Saudita le da un sur y norte a este momento histórico, y tiene una relación directa con la aparición de ISIS en la colada.
Primera
cosa: los Sauditas apoyaron la invasión a Iraq. Después de la invasión Iraqí a
Kuwait los árabes estaban dispuestos a aceptar cualquier cosa para deshacerse
de Saddam Hussein. El Rey Abdullah, un enemigo declarado de Irán, hizo el
cálculo erróneo de que podía incorporar a un Iraq derrotado en su esfera de
influencia y mantener a raya a esos escandalosos y pendencieros Chiitas, que son
mayoría en Iraq. Es difícil imaginar qué estaban pensando los Sauditas, cómo
creían que semejante disparate podía salir bien para ellos. Tal vez confiaron
en la visión mesiánica de George W. Bush, lo cual nadie en su sano juicio
debería haber hecho. Actualmente, por obvias razones, Iraq, una nación de Chiitas, ha caído
bajo la influencia absoluta de Irán, el país Chiita por antonomasia del mundo y
enemigo mortal de los Sunitas de Arabia Saudita. El pegamento que mantenía
estable (y la definición de estable en Medio Oriente involucra calabozos y
fusilamientos masivos, o sea que no es una estabilidad muy agradable) a Iraq
era el partido Baathista de Hussein, una ideología socialistoide secular, que varía sus tintes nacionalistas según el país ha puesto raíces. El Baathismo permitía convivir a
cristianos, Chiitas, Sunitas, Yazidis, Sufitas y otra cantidad de sectas y
grupos religiosos islámicos, si no pacíficamente, al menos sin tratar de
masacrarse constantemente. El temor a poder de Saddam Husseim y su régimen Baathista
tenía a todos quietos en su sitio. Algo de prosperidad comenzó a vislumbrarse
en el reino de Aladino, allí donde los odios ancestrales eran apaciguados por
el pragmatismo de sobrevivir bajo la tiranía.
Derrocado Saddam Husseim tras la invasión norteamericana, el vacío de poder dio paso a un escenario de anarquía que permitió que los viejos odios y rencillas afloraran de nuevo. Disuelto el ejército Baathista, ciudades como Bagdad se conviertieron en tierra sin ley donde primaba la ley del más fuerte. Comenzaron la explosiones suicidas en los mercados que dejaban centenares de muertos. Secuestros, masacres, bombas… De repente, Iraq se convirtió en una pesadilla espeluznante ante los ojos perplejos del Departamento de Estado, el Pentágono, la Presidencia, y todos los demás idiotas que creyeron en el espíritu democrático y libertario de una sociedad fundamentada en la guerra tribal. ¿Pero qué les pasa a estos Iraqies? ¿Por qué se están matando con esta sevicia? ¡Los liberamos! ¿Por qué no quieren votar, incorporar el habeas corpus, libertad de prensa, darle derechos civiles a las mujeres y a las minorías? Lo único que les impedía ser como nosotros era ese malvado de Saddam Husseim, ¿no?
Bueno,
no. Ellos no son como nosotros. Ellos no quieren ser como nosotros. Las diferencias entre Occidente y Oriente Medio trascienden la religión y van directo a la estructura básica de la sociedad: la familia. Una sociedad basada en el matrimonio entre primos, la poligamia y la familia extendida, desarrolla formas de organización
donde los derechos humanos, la igualdad ante la ley y otros bonitos inventos de
Occidente solo pueden ser vistos como delirios de tonto. En Medio Oriente la
familia, la tribu, es todo. Fuera de ella, solo hay enemigos o rivales. El
Estado no es una institución para brindar paz e igualdad: es un arma de la que
me tengo que apoderar para dominar o aniquilar a los enemigos fuera de mi
tribu, que están tratando de apoderarse de esa arma al mismo tiempo que yo. Por
supuesto, Chiitas y Sunitas, después de mil cuatrocientos años de división, ya
no son simplemente rivales doctrinarios, sino etnias diferentes. Las
diferencias religiosas ahora son diferencias de sangre. En el mundo fuera de
Occidente la sangre y el parentesco sigue siendo lo que manda. Es una versión
de Michael Corleone dando tiros al aire y ululando como un pavo.
En
medio de esta guerra sectaria, los Sunitas, una minoría que tuvo el poder bajo
el régimen de Saddam Husseim (que era Sunita) ahora se encontró sola y aislada
en medio de millones de Chiitas furiosos y ansiosos de venganza sangrienta. En Bagdad,
Kerbala, Faluya, y otras ciudades de Iraq, comenzó la limpieza étnica.
Vecindarios Sunitas se convirtieron en vecindarios Chiitas tras muchos tiroteos,
gritos y cadáveres abandonados en las calles. El baño de sangre se prolongó por
años, mientras la mayoría Chiita afianzaba su poder en todo Iraq y expulsaba o
exterminaba a la minoría Sunita.
Los Estados del Golfo Pérsico vieron con horror cómo sus hermanos de credo y de sangre morían bajo las balas, las bombas y los puñales de la furia Chiita. No podían enfrentarse directamente con Irán, así que decidieron armar e impulsar la defensa Sunita en Iraq. El país invadido por los Estados Unidos en nombre de la libertad y la democracia se convirtió en un infierno en la tierra. Los Sunitas del Golfo Pérsico por un lado, los Chiitas de Irán por el otro, y los Iraqies en el centro como carne de cañón.
Los Estados del Golfo Pérsico vieron con horror cómo sus hermanos de credo y de sangre morían bajo las balas, las bombas y los puñales de la furia Chiita. No podían enfrentarse directamente con Irán, así que decidieron armar e impulsar la defensa Sunita en Iraq. El país invadido por los Estados Unidos en nombre de la libertad y la democracia se convirtió en un infierno en la tierra. Los Sunitas del Golfo Pérsico por un lado, los Chiitas de Irán por el otro, y los Iraqies en el centro como carne de cañón.
Y
en un lado, pequeñito, pero más poderoso que todos ellos juntos, Israel
observaba. Y no le quedó otra alternativa más que tomar partido y apoyar a los
Sunitas. El enemigo más peligroso para Israel es, -y será por ahora- Irán: el
único país que realmente puede desafiar su hegemonía nuclear en la región. Ver
cómo Iraq se les salía de las manos a todos los interesados y caía en el regazo
amoroso de Irán debió ser un baldado de agua fría para los judíos. Después de
ver como las encumbradas Fuerzas de Defensa de Israel eran frenadas en seco por
los formidables guerrilleros libaneses de Hezbollah, era obvio que Irán y sus
clientes como Hezbollah no podían ser subestimados. Y si Israel quiere
enfrentarse a Irán, entonces Estados Unidos tiene que enfrentarse a Irán, por
aquello de la obediencia al patrón.
Y
sí, los Estados Unidos son un obediente vehículo de la voluntad de Israel, cómo
negarlo, pero aún le queda al Estado norteamericano algo de cálculo maquiavélico. No todo es
torpeza catastrófica y frivolidad bochornosa en la política exterior norteamericana.
También tienen su motivo para desafiar a Irán, y uno muy bueno, desde su punto
de vista. Y el nombre de ese motivo es Rusia, más específicamente, la Rusia de
Vladimir Putin.
Comparado
con China, la economía más grande del mundo, y Estados Unidos, el país más
poderoso, Rusia no es tan formidable. Pero es el país más grande del mundo, con
el mayor poderío nuclear después de Estados Unidos, y un papel fundamental en
el orden mundial. Cuando escuchamos el pánico de los noticieros sobre la guerra
en Siria, y sobre los conatos de guerra en la pobrecita Ucrania irrespetada en
su soberanía por los malotes de Putin, lo que estamos oyendo es el esfuerzo histérico
de Occidente por aislar y contener al gigante ruso, por crear un cordón pro-Occidental
que rodee a Rusia y le impida ejercer hegemonía política en su propio
vecindario. Es absolutamente vergonzoso ver como la prensa mundial condena a
Putin por querer rescatar las tradiciones de la Iglesia Ortodoxa, vigilar su
vecindario y devolver al sufrido pueblo ruso algo de orgullo nacional. Lo
acusan de homofobia y tiranía. Lo comparan con Hitler, en un país que sacrificó
millones de vidas para detener al Tercer Reich y que en muchos sentidos,
fue el que gano la Segunda Guerra Mundial. Homofobia, sí. Los árabes pueden
encarcelar homosexuales y decapitar herejes, pero debemos creer que el retrógrado es Putin.
Los
izquierdistas vienen diciendo desde el 2003 que la invasión a Iraq fue una
guerra por el petróleo. Ese es el argumento de Michael Moore en su famosa
película (donde no se menciona alguna posible participación de Israel en el
tema, qué curioso). Nada parece indicar que esta sea la razón verdadera. Si
fuera petróleo lo que quisiera Estados Unidos por encima de todo, lo más fácil sería simplemente reconciliarse con Saddam Hussein,
perdonar la invasión a Kuwait y todas las atrocidades que cometió y levantar
las sanciones con la condición de que venda el crudo bien barato. Se deja que Hussein
venda su crudo como cualquier cruel tirano de la región. Así se ha hecho con
todos los proveedores de petróleo en el mundo, por ejemplo Kazakstán. Se ahorra
mucho dinero, baja la gasolina y se mantiene un enemigo de Irán en pie y fortalecido,
tal como en los ochenta. Hay evidencia de que de hecho esto estaba sucediendo,
pero el buen George W. Bush, alentado por sus ideólogos neoconservadores, le
puso fin a todos esos tanteos de reconciliación y le declaró guerra total al
hombre que supuestamente atentó contra su papito.
De todas formas, en círculos diplomáticos hay claro algo: Estados Unidos no tiene ocupado militarmente Medio Oriente por su petróleo, sino razones geopolíticas, lo cual puede sonar muy genérico, pero tiene un significado muy específico.
De todas formas, en círculos diplomáticos hay claro algo: Estados Unidos no tiene ocupado militarmente Medio Oriente por su petróleo, sino razones geopolíticas, lo cual puede sonar muy genérico, pero tiene un significado muy específico.
La
tercera parte del gas natural que consume el continente europeo proviene de
Rusia. Más específicamente de Gazprom, la compañía extractora de gas más
importante del mundo y una de las compañías más grandes del planeta. Semiprivatizada
desde la caída de la Unión Soviética, Gazprom es un gigante en todos los
sentidos: 8% del PIB de Rusia, 17% de la producción mundial, el sistema de
transporte de gas más extenso del planeta (casi mil seiscientos kilómetros de
gasoducto), subsidiario y accionista en aviación, finanzas y medios de
comunicación. Europa tiene una enorme dependencia de Gazprom, y por ende, de
Rusia, y no sabe cómo quitársela de encima. Amigos norteamericanos, ¿no pueden
echarnos una mano?
Claro
que sí, Europa, no faltaba más, eres el área industrial más importante del
planeta y qué jartera que dependas de esos rusos odiosos. Te presentamos a Catar,
un país aliado, muy querido por Estados Unidos, que tiene en su territorio la
mitad del yacimiento gasífero más grande del mundo, conocido como Pars del Sur/ Domo Norte. El lado Domo Norte está en el norte del Catar. La otra mitad del
yacimiento está en el sur de Irán; de ahí su nombre Pars del Sur. Ambos países
tienen potencialmente la capacidad de exportar a Europa trillones de metros
cúbicos de condensado de gas natural. Literalmente, un manantial de riqueza. Catar,
con la venia de Estados Unidos, planea crear una vía de gasoducto que atraviese
Arabia Saudita, Jordania y Siria y se conecte al gasoducto Nabucco que alimenta
Europa a través de Turquía, entrando a Europa por Austria. El gasoducto Catar-Turquía,
se convertiría en la principal fuente de gas natural para Europa y eliminaría
la dependencia de Rusia. La piedra en el zapato para este plan es Damasco.
No
solo Bashar al-Assad se opone a la construcción de un gasoducto proveniente de Catar
a través de su territorio (donde necesariamente debería pasar, si se quiere una
ruta viable a mediano plazo), sino que además da razones muy específicas. El
Presidente de Siria es un cliente de Rusia y tiene el apoyo del Kremlin.
Permitir este gasoducto sería un golpe directo a los intereses económicos de su
principal patrocinador. Peor que eso: al-Assad ha negociado con Irán la creación
de un gasoducto propio, que conecte el yacimiento de Pars del Sur, (adyacente
al Domo Norte) con Europa a través de Iraq. La ruta Irán/Siria/Iraq ignoraría
por completo los intereses y el dominio de Catar, Turquía, Estados Unidos y los
Estados del Golfo Pérsico, y mantendría la hegemonía energética de Rusia sobre
Europa, ahora aliada con Irán y sus inmensas reservas gasíferas. Para Siria, el premio sería inversión y tecnología rusa para extraer de sus propios yacimientos de gas en el área de Qarah, en el centro del país.
En otras
palabras, el dominio energético sobre Europa (y por consiguiente buena parte de
la economía de Occidente) está en disputa entre Estados Unidos y Rusia. Como en
los mejores tiempos de la Guerra Fría, solo que sin ideologías cretinas, solo
pragmatismo brutal. Y el campo de batalla de esta disputa está en el vecino de Iraq:
Siria. La guerra contra el régimen Baathista de Bashar al-Assad es una guerra
por el control de una línea de gasoducto que no se ha construido. Todo lo demás -- la “Primavera Árabe” y
el improbable ataque con armas químicas que justificó la intervención norteamericana
en la guerra civil para derrocar el régimen de Assad – es fachada.
La
rebelión contra Assad ha sido un sangriento desastre para ambos bandos. Los
horrores se multiplican, perpetrados por el régimen y por los rebeldes por igual. La razón principal por la que esta guerra se ha alargado y degradado sin un ganador visible, es que Assad tiene en Rusia un enérgico y aliado
que le brinda un muy necesitado y abundante sustento. Los Sauditas, conscientes de eso,
decidieron visitar a Putin y hacerle una oferta que no podía
rechazar. El Príncipe Bandar bin Sultan, entonces el Jefe de Inteligencia de Arabia
Saudita, fue a Moscú en agosto del 2013 a convencer a Putin de que retirara su
apoyo a Assad, a cambio de mucho petróleo a buen precio y otra cosita… Existen
transcripciones de la conversación que se filtró a los medios vía canales poco
legales, que no he escuchado, pero el tono es decididamente descarado. Rusia
lleva décadas azotada por independentistas musulmanes de Chechenia, un horrible
paisito en el norte del Cáucaso, hogar de los extremistas más violentos y locos
que han ocupado este infeliz mundo, responsables de la masacre de niños en el
colegio de Beslán, la crisis de rehenes en el Teatro de Moscú en 2002, la bomba
suicida en la estación de tren de Volgogrado que en diciembre de 2013 mató 16
personas, entre muchas otras. Y lo que vino a decirle Bandar a Putin fue esto:
“Puedo garantizarle que protegeremos los Juegos Olímpicos en la ciudad de Sochi en el Mar Negro el próximo año. Los grupos chechenos que amenazan la seguridad de los juegos son controlados por nosotros.”
En
otras palabras: lindos tus juegos, sería muy triste que algo malo les pasara. La respuesta que dio Putin, ex-agente de la KGB, hombre que se
ha enfrentado a los mafiosos oligarcas que saquearon su país después del
derrumbe soviético (matando a unos y encarcelando a otros), y que no se
acobarda ante las amenazas de los hampones, fue ésta:
“Sabemos que ustedes han apoyado a los grupos terroristas chechenos por décadas. Y ese apoyo, del cual usted acaba de hablar con toda franqueza, es completamente incompatible con los objetivos comunes de combatir el terrorismo global.”
Putin
seguirá apoyando a Assad, y al que no le guste que no estorbe. Pfft, bueno,
esto no salió bien, tal vez habrá otra forma de apretarle las clavijas a este
intransigente de Putin. ¿Qué tal Ucrania? Se intentaron algunas sanciones
económicas, como si Rusia fuera un paisucho tercemundista que se puede humillar frenando exportaciones. Los ruiditos que hicieron
Alemania, Francia y Gran Bretaña fueron tan intimidantes como efectivos, o sea
nada. La narrativa de una invasión rusa a Ucrania, pese a toda la fanfarria y
exclamaciones de preocupación de la prensa norteamericana y europea (y de paso
colombiana, aunque esa a quién le importa), se basa en evidencia bastante pobre (imágenes
de movimientos de convoys saltándose cercas fronterizas en medio de la niebla, tomadas
satelitalmente), ciertamente nada que justifique empezar la Tercera Guerra
Mundial. Si Rusia quisiera invadir Ucrania de veras, lo habría hecho con brutal
contundencia, sin esconderse. Pregúntenle a Crimea, anexada por la Federación
Rusa en febrero del 2014 con artillería pesada, la Fuerza Aérea, soldados
Spetsnaz y sus flotas del Mar Báltico y Mar Negro. De todas formas, el conflicto
ya está congelado; el Presidente Poroshenko no puede hace más que mantener la
tregua otorgando autonomía a los rebeldes prorrusos (y apoyados por Rusia) que
quieren emanciparse de Ucrania. Honestamente quién puede culparlos: ellos son
étnicamente rusos y Ucrania es un país miserable y corrupto del cual nadie en
su sano juicio querría hacer parte. Ya hasta están realizaron sus propias
elecciones, condenadas por Estados Unidos y la Unión Europea. ¿No somos pro
democracia entonces? Bueno, teniendo en cuenta que la Asistente al Secretario de
Estado norteamericano, Victoria Nuland, señora despreciable, habló abierta y
francamente de la necesidad de un “cambio de régimen en Ucrania” en una
conversación que salió a la luz tras una “chuzada”, está claro que no hay
objeciones morales a tratar de derrocar un gobierno elegido democraticamente por un
títere más dócil.
Es
impresionante y desconcertante cómo el país con el ejército más grande del
mundo trata infructuosamente de intimidar e imponer su voluntad a los nuevos
gallos del vecindario, mientras ellos hacen y deshacen a su gusto. Odio a
Mao Zedong, pero tal vez sí tenía razón de decir que Estados Unidos es un
tigre de papel. Miles de jóvenes norteamericanos inteligentes e idealistas, por no hablar de millones de personas en Medio Oriente y Asia, han muerto sacrificados por un
sueño de Pax Americana que ya se ha esfumado en las tinieblas del pasado.
En
todo caso, tanta intimidación y juego sucio de Estados Unidos, de sus satélites y
títeres, han colmado la paciencia de Rusia, que ha comenzado a dar pasos para
abandonar el dólar para sus transacciones internacionales, empezando por sus
relaciones bilaterales con China. De ahora en adelante los pagos se harán en
rublos o yuanes. Esto es un cambio gigantesco del orden mundial. Bye, dollar. Así termina un siglo de monopolio monetario
norteamericano.
Y mientras tanto, la guerra en Siria sigue: el crisol donde ardiente se está gestando el futuro orden mundial. Pero mientras llega el climax de esta confrontación, esta guerra ha creado un engendro que ha capturado la imaginación del mundo: el Estado Islámico de Iraq y Siria.
Arabia Saudita ha ayudado a aplastar revoluciones pacíficas en el Golfo Pérsico, como la revuelta olvidada del Reino de Bahréin, pero eso no le impide apoyar con mucho entusiasmo la rebelión en Siria, que habrá comenzado como una pacífica manifestación por la democracia dentro del marco de la Primavera Árabe, pero que ante la brutal represión de Assad degeneró instantáneamente en guerra civil. Cualquiera que ponga el mínimo de atención al intríngulis de la región tiene que encontrar muy sospechoso y siniestro en que Arabia Saudita apoye una revolución armada. No puede ser para nada bueno.
Los soldados que los Sauditas escogieron armar, entrenar y financiar no son heroicos sirios luchando por liberarse del yugo de Assad: para derrocarlo se necesita algo mucho más mortífero. Por ejemplo, Muyajidines, o sea, jihadistas. Arabia Saudita eligió al Estado Islámico de Iraq y el Levante, luego ISIS, surgido de la unión de varios grupos armados en Iraq: la rama de Al Qaeda en Mesopotamia, Jund al-Sahhaba (Soldados de los Compañeros del Profeta) y el Consejo Shura Muyahidín. Catar, por su parte, apoyó (¿apoya?) a la rama de Al-Qaeda en Siria: Jaghat al-Nusra. Tanto ISIS como Jaghat son dos ejércitos mercenarios de fanáticos Islamistas venidos de todas partes de Oriente Medio (y Asia y Europa y hasta Norteamérica) para masacrar y destruir en nombre de Alá. Todo esto, no podemos olvidar, bajo el ojo y beneplácito de Estados Unidos. Por intermedio de sus aliados del Golfo Pérsico, ISIS y el Al-Qaeda sirio son creados, financiados y apoyados por Estados Unidos. Uno se pregunta qué pensarán los familiares de las víctimas del 11 de Septiembre de semejante traición.
El Frankenstein jihadista, como es de esperarse, (y como sucedió repetidas veces en el siglo XX con otros grupos armados apoyados por potencias, sin que nadie aprendiera la lección), se rebeló contra su creador. ISIS es ahora como un perro rabioso que rompió su cadena y muerde a sus dueños y a todos a su alrededor. Se apoderó de un tercio de Iraq, derrotando de manera humillante el Ejército Iraqi, que simplemente dio media vuelta y salió huyendo, dejando cientos de millones de dólares en armamentos de primera línea para que los chicos de ISIS recuperaran e incluyeran a su arsenal. Estados Unidos invirtió veinticinco mil millones de dólares entrenando y preparando un ejército que se rindió casi sin hacer un disparo y le entregó el país a una pandilla de salvajes, cuyo triunfo contundente y métodos atroces han inspirado miles de jihadistas en todo el planeta.
Hoy en día nadie sabe exactamente cuántos soldados tiene ISIS: tres mil o veinte mil o doscientos mil; la propaganda y la desinformación impiden saber la verdad. Pero lo cierto es que han infligido graves derrotas a los ejércitos de Iraq y Siria, a los rebeldes de Siria y a los peshmerga de Kurdistán, al norte de Iraq. La punta de lanza de ISIS está conformada por terroristas chechenos, esos amiguitos con los que Bandar quería asustar a Putin y que ahora han escapado del control Saudita. Y los chechenos son de lejos los guerreros más temibles que tiene el futuro Califato. Contra ellos, los pobres soldaditos árabes se derriten como mantequilla caliente. Los únicos que parecen estar ofreciendo una resistencia efectiva contra el avance de Isis son los kurdos, quienes han impedido que ISIS se tome la ciudad kurda de Kobani en una muestra de coraje y heroísmo inspirador. Si se puede hablar de “buenos” en esta historia, definitivamente los kurdos son el ejemplo a mostrar: están defendiendo su patria, sus familias, su derecho a existir, de un invasor cruel y demencial que solo tiene destinado para ellos el exterminio.
La necesidad de acabar con Assad prima sobre todas las demás consideraciones, incluyendo perseguir grupos terroristas que anhelan el exterminio de Occidente. Hasta ahora, solo hay un puñado de enemigos de ISIS que pueden contenerlo. Ninguno de ellos cuenta con el apoyo de Washington: el ejército de Assad, que debe caer; Hezbollah, patrocinado por Irán y enemigo de Israel, el propio ejército de Irán; y el Partido de los Trabajadores de Kurdistán, considerado grupo terrorista. Si no hay apoyo para estos grupo, la guerra contra ISIS no podrá ser ganada. Para un observador imparcial, pareciera que Estados Unidos quiere que ISIS se fortalezca y conquiste más territorio. Desde la perspectiva geopolítica que hemos mencionado, tal vez ésta sea la realidad. Ciertamente los bombardeos aéreos norteamericanos están logrando muy poco para infligir daño en lo que es básicamente una guerra urbana, aparte de enfurecer a las víctimas civiles y ganar más reclutas para ISIS. Y la idea de armar otros grupos más moderados (o sea incompetentes) equivale a regalarle más armas a ISIS, como sucedió con el Ejército Iraqí.
De todas formas, pese a lo inútil y desdeñoso de la "estrategia" de Occidente contra ISIS, no cambia el hecho de que estamos agitando el avispero. Al principio los Muyajidines no mostraron mucho interés en Occidente, contentos con ocupar territorio Iraquí, mantener la presión en el frente sirio y lanzar incursiones al norte de Iraq, hacia Kurdistán y Turquía. Pero los bombardeos norteamericano sobre Raqqa, en Siria, han sido tomados como una declaración de hostilidad por parte de ISIS, que ocupa esta ciudad. Por eso las decapitaciones de occidentales y los atentados terroristas en Canadá. Esto solo puede ser el comienzo. ISIS no tiene ninguna posibilidad de hacerle la menor mella al gigantesco poderío militar norteamericano, pero en la guerra propagandística puede ser catastrófica, inspirando a los millones de varones musulmanes jóvenes, vírgenes y desempleados, que llenan las calles de las ciudades árabes y europeas, llamándolos a unirse a la lucha de ISIS, a inmolarse por la causa del Califato. Las estrategias que persigue Washington son risibles: seguir entrenando y armando al reformado Ejército Iraqí y esperar un alzamiento sunita en Iraq contra de ISIS.
Las atrocidades cometidas por ISIS son el resultado final de veinte años de guerra en Iraq. Bombardeos, sanciones económicas, destrucción de la infraestructura básica de la región, exaltación de la guerra tribal, opresión... todo esto tiene una causa directa en los Presidentes Bush I, Clinton, Bush II y Obama. En semejante entorno solo puede sobrevivir y prosperar el peor. El Califa de ISIS, llamado Abu Bakr al-Baghdadi, pasó once meses prisionero en el centro de detención Camp Bucca. La experienca no puede menos de haberlo terminado de radicalizar, sino enloquecer. El abismo de Iraq y Medio Oriente fue creado por Occidente; ahora solo podemos observar como el mundo civilizado comienza a caer en él. En medio de la maraña de intereses encontrados, alianzas hipócritas y dinámicas electorales en las democracias occidentales, ISIS solo puede prosperar.
Tal vez llegue un punto en que las atrocidades sean tan inconcebibles que Estados Unidos envíe tropa de infantería a Iraq para acabar de una vez con todas con la demencial situación. Tal vez un atentado terrorista a gran escala en Nueva York, o Berlín o Londres sea la que mueva a los indecisos occidentales a aniquilar a esta pesadilla medieval de la faz del planeta. Tal vez esta sea la oportunidad que tenga Obama o su sucesor de finalmente, tras cuarenta años de hostilidad, de establecer diálogos con Irán, unidos por un enemigo común. Tal vez la aparición de ISIS sea el empujón necesario para llegar a una alianza geopolítica que todavía no vemos posible. El poder de los Estados del Golfo Pérsico son un accidente histórico alimentado por el petróleo, un fenómeno del siglo XX, mientras que Irán es una civilización milenaria, que puede ser la clave para la pacificación de Oriente Medio, si se decide el diálogo. Lo mismo reza para Rusia. Un eje de colaboración entre Estados Unidos, Irán y la Rusia de Putin, por absurdo que parezca ahora, es posible en el futuro. No solo eso, es la única opción. Las condiciones están dadas, y los vientos políticos pueden cambiar. Assad, Putin, Al Qaeda, Saddam Husseim, todos fueron aliados de Occidente en algún momento. Muchos enemigos se han convertido en amigos. El odio a ISIS puede ser la semilla del cambio. Creada esta unión, se apacigua la llama de la guerra sectaria entre chiítas y sunitas, Assad pierde la importancia estratégica que ha desatado la guerra de Siria y los Muyajidines se enrentan a un mundo unificado. La "guerra del gasoducto" puede apagarse con esta alianza, eliminando la pugna geopolítica que se traduce en el brutal infierno que incendia Medio Oriente. No podemos acabar con los odios de la sociedad deforme y enloquecedora del pueblo árabe musulmán, pero podemos quitarles las herramientas que potencian su salvajismo.
La unión entre Estados Unidos y Arabia Saudita ha causado mucho horror y muerte en el mundo, pero no es una necesidad histórica inexpugnable. Rusia e Irán tienen las reservas de gas natural más grandes del planeta, y el gas es considerado por muchos científicos como la energía del futuro. Una alianza energética entre Occidente y estos dos países no es algo inconcebible. Cosas más raras se han dado. No es el Golfo Pérsico indispensable para el mundo, y entre más pronto nos libremos de estos exportadores de terrorismo, oscurantismo y fanatismo, mejor. En cuanto a Israel, hay que dejar que sea la mascota de unos cuantos billonarios judíos y frenar sus ambiciones maquiavélicas para controlar la política exterior mundial. El pesimista diría que estas fuerzas malvadas son invencibles. El pesimista puede estar equivocado: imperios más grandes han sucumbido a las realidades de la geografía, la tecnología y el potencial energético.
Se puede soñar. En medio de la estupidez y la violencia, se puede soñar con una nueva calibración del equilibrio de poder en el mundo. Solo hace falta una voluntad de reconciliación. Está claro que la reconciliación solo puede ser alcanzada con mucha sangre derramada. Tal vez ISIS sea la gota que rebosó el vaso.
Y mientras tanto, la guerra en Siria sigue: el crisol donde ardiente se está gestando el futuro orden mundial. Pero mientras llega el climax de esta confrontación, esta guerra ha creado un engendro que ha capturado la imaginación del mundo: el Estado Islámico de Iraq y Siria.
Arabia Saudita ha ayudado a aplastar revoluciones pacíficas en el Golfo Pérsico, como la revuelta olvidada del Reino de Bahréin, pero eso no le impide apoyar con mucho entusiasmo la rebelión en Siria, que habrá comenzado como una pacífica manifestación por la democracia dentro del marco de la Primavera Árabe, pero que ante la brutal represión de Assad degeneró instantáneamente en guerra civil. Cualquiera que ponga el mínimo de atención al intríngulis de la región tiene que encontrar muy sospechoso y siniestro en que Arabia Saudita apoye una revolución armada. No puede ser para nada bueno.
Los soldados que los Sauditas escogieron armar, entrenar y financiar no son heroicos sirios luchando por liberarse del yugo de Assad: para derrocarlo se necesita algo mucho más mortífero. Por ejemplo, Muyajidines, o sea, jihadistas. Arabia Saudita eligió al Estado Islámico de Iraq y el Levante, luego ISIS, surgido de la unión de varios grupos armados en Iraq: la rama de Al Qaeda en Mesopotamia, Jund al-Sahhaba (Soldados de los Compañeros del Profeta) y el Consejo Shura Muyahidín. Catar, por su parte, apoyó (¿apoya?) a la rama de Al-Qaeda en Siria: Jaghat al-Nusra. Tanto ISIS como Jaghat son dos ejércitos mercenarios de fanáticos Islamistas venidos de todas partes de Oriente Medio (y Asia y Europa y hasta Norteamérica) para masacrar y destruir en nombre de Alá. Todo esto, no podemos olvidar, bajo el ojo y beneplácito de Estados Unidos. Por intermedio de sus aliados del Golfo Pérsico, ISIS y el Al-Qaeda sirio son creados, financiados y apoyados por Estados Unidos. Uno se pregunta qué pensarán los familiares de las víctimas del 11 de Septiembre de semejante traición.
El Frankenstein jihadista, como es de esperarse, (y como sucedió repetidas veces en el siglo XX con otros grupos armados apoyados por potencias, sin que nadie aprendiera la lección), se rebeló contra su creador. ISIS es ahora como un perro rabioso que rompió su cadena y muerde a sus dueños y a todos a su alrededor. Se apoderó de un tercio de Iraq, derrotando de manera humillante el Ejército Iraqi, que simplemente dio media vuelta y salió huyendo, dejando cientos de millones de dólares en armamentos de primera línea para que los chicos de ISIS recuperaran e incluyeran a su arsenal. Estados Unidos invirtió veinticinco mil millones de dólares entrenando y preparando un ejército que se rindió casi sin hacer un disparo y le entregó el país a una pandilla de salvajes, cuyo triunfo contundente y métodos atroces han inspirado miles de jihadistas en todo el planeta.
Hoy en día nadie sabe exactamente cuántos soldados tiene ISIS: tres mil o veinte mil o doscientos mil; la propaganda y la desinformación impiden saber la verdad. Pero lo cierto es que han infligido graves derrotas a los ejércitos de Iraq y Siria, a los rebeldes de Siria y a los peshmerga de Kurdistán, al norte de Iraq. La punta de lanza de ISIS está conformada por terroristas chechenos, esos amiguitos con los que Bandar quería asustar a Putin y que ahora han escapado del control Saudita. Y los chechenos son de lejos los guerreros más temibles que tiene el futuro Califato. Contra ellos, los pobres soldaditos árabes se derriten como mantequilla caliente. Los únicos que parecen estar ofreciendo una resistencia efectiva contra el avance de Isis son los kurdos, quienes han impedido que ISIS se tome la ciudad kurda de Kobani en una muestra de coraje y heroísmo inspirador. Si se puede hablar de “buenos” en esta historia, definitivamente los kurdos son el ejemplo a mostrar: están defendiendo su patria, sus familias, su derecho a existir, de un invasor cruel y demencial que solo tiene destinado para ellos el exterminio.
La necesidad de acabar con Assad prima sobre todas las demás consideraciones, incluyendo perseguir grupos terroristas que anhelan el exterminio de Occidente. Hasta ahora, solo hay un puñado de enemigos de ISIS que pueden contenerlo. Ninguno de ellos cuenta con el apoyo de Washington: el ejército de Assad, que debe caer; Hezbollah, patrocinado por Irán y enemigo de Israel, el propio ejército de Irán; y el Partido de los Trabajadores de Kurdistán, considerado grupo terrorista. Si no hay apoyo para estos grupo, la guerra contra ISIS no podrá ser ganada. Para un observador imparcial, pareciera que Estados Unidos quiere que ISIS se fortalezca y conquiste más territorio. Desde la perspectiva geopolítica que hemos mencionado, tal vez ésta sea la realidad. Ciertamente los bombardeos aéreos norteamericanos están logrando muy poco para infligir daño en lo que es básicamente una guerra urbana, aparte de enfurecer a las víctimas civiles y ganar más reclutas para ISIS. Y la idea de armar otros grupos más moderados (o sea incompetentes) equivale a regalarle más armas a ISIS, como sucedió con el Ejército Iraqí.
De todas formas, pese a lo inútil y desdeñoso de la "estrategia" de Occidente contra ISIS, no cambia el hecho de que estamos agitando el avispero. Al principio los Muyajidines no mostraron mucho interés en Occidente, contentos con ocupar territorio Iraquí, mantener la presión en el frente sirio y lanzar incursiones al norte de Iraq, hacia Kurdistán y Turquía. Pero los bombardeos norteamericano sobre Raqqa, en Siria, han sido tomados como una declaración de hostilidad por parte de ISIS, que ocupa esta ciudad. Por eso las decapitaciones de occidentales y los atentados terroristas en Canadá. Esto solo puede ser el comienzo. ISIS no tiene ninguna posibilidad de hacerle la menor mella al gigantesco poderío militar norteamericano, pero en la guerra propagandística puede ser catastrófica, inspirando a los millones de varones musulmanes jóvenes, vírgenes y desempleados, que llenan las calles de las ciudades árabes y europeas, llamándolos a unirse a la lucha de ISIS, a inmolarse por la causa del Califato. Las estrategias que persigue Washington son risibles: seguir entrenando y armando al reformado Ejército Iraqí y esperar un alzamiento sunita en Iraq contra de ISIS.
Las atrocidades cometidas por ISIS son el resultado final de veinte años de guerra en Iraq. Bombardeos, sanciones económicas, destrucción de la infraestructura básica de la región, exaltación de la guerra tribal, opresión... todo esto tiene una causa directa en los Presidentes Bush I, Clinton, Bush II y Obama. En semejante entorno solo puede sobrevivir y prosperar el peor. El Califa de ISIS, llamado Abu Bakr al-Baghdadi, pasó once meses prisionero en el centro de detención Camp Bucca. La experienca no puede menos de haberlo terminado de radicalizar, sino enloquecer. El abismo de Iraq y Medio Oriente fue creado por Occidente; ahora solo podemos observar como el mundo civilizado comienza a caer en él. En medio de la maraña de intereses encontrados, alianzas hipócritas y dinámicas electorales en las democracias occidentales, ISIS solo puede prosperar.
Tal vez llegue un punto en que las atrocidades sean tan inconcebibles que Estados Unidos envíe tropa de infantería a Iraq para acabar de una vez con todas con la demencial situación. Tal vez un atentado terrorista a gran escala en Nueva York, o Berlín o Londres sea la que mueva a los indecisos occidentales a aniquilar a esta pesadilla medieval de la faz del planeta. Tal vez esta sea la oportunidad que tenga Obama o su sucesor de finalmente, tras cuarenta años de hostilidad, de establecer diálogos con Irán, unidos por un enemigo común. Tal vez la aparición de ISIS sea el empujón necesario para llegar a una alianza geopolítica que todavía no vemos posible. El poder de los Estados del Golfo Pérsico son un accidente histórico alimentado por el petróleo, un fenómeno del siglo XX, mientras que Irán es una civilización milenaria, que puede ser la clave para la pacificación de Oriente Medio, si se decide el diálogo. Lo mismo reza para Rusia. Un eje de colaboración entre Estados Unidos, Irán y la Rusia de Putin, por absurdo que parezca ahora, es posible en el futuro. No solo eso, es la única opción. Las condiciones están dadas, y los vientos políticos pueden cambiar. Assad, Putin, Al Qaeda, Saddam Husseim, todos fueron aliados de Occidente en algún momento. Muchos enemigos se han convertido en amigos. El odio a ISIS puede ser la semilla del cambio. Creada esta unión, se apacigua la llama de la guerra sectaria entre chiítas y sunitas, Assad pierde la importancia estratégica que ha desatado la guerra de Siria y los Muyajidines se enrentan a un mundo unificado. La "guerra del gasoducto" puede apagarse con esta alianza, eliminando la pugna geopolítica que se traduce en el brutal infierno que incendia Medio Oriente. No podemos acabar con los odios de la sociedad deforme y enloquecedora del pueblo árabe musulmán, pero podemos quitarles las herramientas que potencian su salvajismo.
La unión entre Estados Unidos y Arabia Saudita ha causado mucho horror y muerte en el mundo, pero no es una necesidad histórica inexpugnable. Rusia e Irán tienen las reservas de gas natural más grandes del planeta, y el gas es considerado por muchos científicos como la energía del futuro. Una alianza energética entre Occidente y estos dos países no es algo inconcebible. Cosas más raras se han dado. No es el Golfo Pérsico indispensable para el mundo, y entre más pronto nos libremos de estos exportadores de terrorismo, oscurantismo y fanatismo, mejor. En cuanto a Israel, hay que dejar que sea la mascota de unos cuantos billonarios judíos y frenar sus ambiciones maquiavélicas para controlar la política exterior mundial. El pesimista diría que estas fuerzas malvadas son invencibles. El pesimista puede estar equivocado: imperios más grandes han sucumbido a las realidades de la geografía, la tecnología y el potencial energético.
Se puede soñar. En medio de la estupidez y la violencia, se puede soñar con una nueva calibración del equilibrio de poder en el mundo. Solo hace falta una voluntad de reconciliación. Está claro que la reconciliación solo puede ser alcanzada con mucha sangre derramada. Tal vez ISIS sea la gota que rebosó el vaso.